Santo(s) del día:
San Simón Cananeo.
Santo
Evangelio según San Lucas 10, 46-52.
En
aquel tiempo, mientras Jesús salía de Jericó acompañado de sus
discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Bartimeo, un
mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que
era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ¡Hijo de David, Jesús, ten
compasión de mí! Muchos le increpaban para que se callara. Pero él
gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se
detuvo y dijo: Llamadle. Llaman al ciego, diciéndole: ¡Animo,
levántate! Te llama. Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino
donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: ¿Qué quieres
que te haga? El ciego le dijo: Rabbuní, ¡que vea! Jesús le dijo:
Vete, tu fe te ha salvado. Y al instante, recobró la vista y le
seguía por el camino.
Meditación:
Y
Bartimeo, tras recobrar la vista -narra el evangelio- "lo sigue
por el camino", es decir, se convierte en su discípulo y sube
con el Maestro a Jerusalén para participar con él en el gran
misterio de la salvación. Este relato, en sus aspectos
fundamentales, evoca el itinerario del catecúmeno hacia el
sacramento del bautismo, que en la Iglesia antigua se llamaba también
"iluminación". La fe es un camino de iluminación: parte
de la humildad de reconocerse necesitados de salvación y llega al
encuentro personal con Cristo, que llama a seguirlo por la senda del
amor. Según este modelo se presentan en la Iglesia los itinerarios
de iniciación cristiana, que preparan para los sacramentos del
Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. En los lugares de
antigua evangelización, donde se suele bautizar a los niños, se
proponen a los jóvenes y a los adultos experiencias de catequesis y
espiritualidad que permiten recorrer un camino de redescubrimiento de
la fe de modo maduro y consciente, para asumir luego un compromiso
coherente de testimonio. Benedicto
XVI, 29 de octubre de 2006.
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