Santo(s) del día:
San Juan Crisóstomo, San Marcelino de Cartago, Santa Ketevan de
Georgia y San Eulogio.
Santo
Evangelio según San Lucas 6, 27-38.
En
aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: «Pero yo os digo a los
que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os
odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen.
Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al
que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te
pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis
que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a
los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores
aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a
vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro
tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué
mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para
recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos;
haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra
recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es
bueno con los ingratos y los perversos. «Sed compasivos, como
vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no
condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados.
Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante
pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con
que midáis se os medirá».
Meditación:
Las
paradojas que Jesús presenta en las Bienaventuranzas expresan la
auténtica situación del creyente en el mundo, tal como las ha
descrito Pablo repetidas veces a la luz de su experiencia de vida y
sufrimiento como apóstol: "Somos los impostores que dicen la
verdad, los desconocidos conocidos de sobra, los moribundos que están
bien vivos, los sentenciados nunca ajusticiados, los afligidos
siempre alegres, los pobres que enriquecen a muchos, los necesitados
que todo lo poseen". "Nos aprietan por todos los lados,
pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados;
acosados pero no abandonados; nos derriban pero no nos rematan".
Lo que en las Bienaventuranzas del Evangelio de Lucas es consuelo y
promesa, en Pablo es experiencia viva del Apóstol. Se siente "el
último", como un condenado a muerte y convertido en espectáculo
para el mundo, sin patria, insultado, denostado. Y a pesar de todo
experimenta una alegría sin límites; precisamente como quien se ha
entregado, quien se ha dado a sí mismo para llevar a Cristo a los
hombres, experimenta la íntima relación entre cruz y resurrección».
Joseph Ratzinger,
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, pág. 35.
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