Santo
Evangelio según San Lucas 6, 39-42.
En
aquel tiempo Jesús les añadió una parábola: «¿Podrá un ciego
guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el
discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado,
será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el
ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?
¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que saque la
brizna que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga que hay
en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces
podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano.
Meditación:
Creer
fuertemente en la presencia y en la acción del Espíritu Santo,
invocarlo y acogerlo en vosotros, mediante la oración y los
sacramentos. Es Él de hecho el que ilumina la mente, caldea el
corazón del educador para que sepa transmitir el conocimiento y el
amor de Jesús. La oración es la primera condición para educar,
porque orando nos ponemos en disposición de dejar a Dios la
iniciativa, de confiarle los hijos, a los que conoce antes y mejor
que nosotros, y sabe perfectamente cuál es su verdadero bien. Y, al
mismo tiempo, cuando oramos nos ponemos a la escucha de las
inspiraciones de Dios para hacer bien nuestra parte, que de todos
modos nos corresponde y debemos realizar. Los sacramentos,
especialmente la eucaristía y la penitencia, nos permiten realizar
la acción educativa en unión con Cristo, en comunión con Él y
continuamente renovados por su perdón. La oración y los sacramentos
nos obtienen aquella luz de verdad, gracias a la cual podemos ser al
mismo tiempo tiernos y fuertes, usar dulzura y firmeza, callar y
hablar en el momento adecuado, reprender y corregir en modo justo.
Benedicto
XVI, 8 de enero de 2012.
LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ.
Hoy se celebra la fiesta de la
Exaltación de la Santa Cruz. Se hace en recuerdo de la recuperación
de la Santa Cruz obtenida en el año 614 por el emperador Heraclio,
quien la logró rescatar de los Persas que se la habían robado de
Jerusalén.

Entonces el emperador se despojó de su
manto de lujo y de su corona de oro, y descalzo, empezó a recorrer
así las calles y pudo seguir en la piadosa procesión.
La Santa Cruz (para evitar nuevos
robos) fue partida en varios trozos pedazos. Uno fue llevado a Roma,
otro a Constantinopla, un tercero se dejó en un hermoso cofre de
plata en Jerusalén. Otro se partió en pequeñísimas astillas para
repartirlas en varias iglesias del mundo entero, que se llamaron
“Veracruz” (verdadera cruz).
Nosotros recordamos con mucho cariño y
veneración la Santa Cruz porque en ella murió nuestro Redentor
Jesucristo, y con las cinco heridas que allí padeció pagó Cristo
nuestras inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación.
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