Santo(s) del día:
San Nicolás de Tolentino.
Santo
Evangelio según San Lucas 6, 6-11.
Sucedió
que entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a enseñar.
Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. Estaban al
acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para
encontrar de qué acusarle. Pero Él, conociendo sus pensamientos,
dijo al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en
medio». Él, levantándose, se puso allí. Entonces Jesús les dijo:
«Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez de
hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla». Y mirando a
todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano». Él lo hizo, y quedó
restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué
harían a Jesús.
Meditación:
Pero
las divisiones permanecen, y se refieren también a diversas
cuestiones prácticas y éticas, suscitando confusión y
desconfianza, debilitando nuestra capacidad de transmitir la Palabra
salvífica de Cristo. En este sentido, debemos recordar las palabras
del beato Juan Pablo II, que en su encíclica Ut Unum Sint habla del
daño causado al testimonio cristiano y al anuncio del Evangelio por
la falta de unidad. Es este un gran reto para la nueva
evangelización, que puede ser más fructífera si todos los
cristianos anuncian juntos la verdad del Evangelio de Jesucristo y
dan una respuesta común a la sed espiritual de nuestro tiempo.
El camino de la Iglesia, como el de los pueblos, está en las manos de Cristo resucitado, victorioso sobre la muerte y sobre la injusticia que Él ha soportado y sufrido en nombre de todos. Él nos hace partícipes de su victoria. Sólo Él es capaz de transformarnos y convertirnos, de débiles y titubeantes, en fuertes y valientes para hacer el bien. Sólo Él puede salvarnos de las consecuencias negativas de nuestras divisiones. Benedicto XVI, 18 de enero de 2012.
El camino de la Iglesia, como el de los pueblos, está en las manos de Cristo resucitado, victorioso sobre la muerte y sobre la injusticia que Él ha soportado y sufrido en nombre de todos. Él nos hace partícipes de su victoria. Sólo Él es capaz de transformarnos y convertirnos, de débiles y titubeantes, en fuertes y valientes para hacer el bien. Sólo Él puede salvarnos de las consecuencias negativas de nuestras divisiones. Benedicto XVI, 18 de enero de 2012.
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