Santo(s) del día:
San Roberto Belarmino.
Santo
Evangelio según San Lucas 7, 1-10.
En
aquel tiempo, cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al
pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un
siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar
de Jesús, envió donde él unos ancianos de los judíos, para
rogarle que viniera y salvara a su siervo. Estos, llegando donde
Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: Merece que se lo
concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado
la sinagoga. Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa,
envió el centurión a unos amigos a decirle: Señor, no te molestes,
porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera
me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y
quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno,
tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: Vete, y va; y a otro:
"Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo
hace. Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose
dijo a la muchedumbre que le seguía: Os digo que ni en Israel he
encontrado una fe tan grande.Cuando los enviados volvieron a la casa,
hallaron al siervo sano.
Meditación:
El
amor a la Eucaristía lleva también a apreciar cada vez más el
sacramento de la Reconciliación. Debido a la relación entre estos
sacramentos, una auténtica catequesis sobre el sentido de la
Eucaristía no puede separarse de la propuesta de un camino
penitencial. Efectivamente, como se constata en la actualidad, los
fieles se encuentran inmersos en una cultura que tiende a borrar el
sentido del pecado, favoreciendo una actitud superficial que lleva a
olvidar la necesidad de estar en gracia de Dios para acercarse
dignamente a la Comunión sacramental. En realidad, perder la
conciencia de pecado comporta siempre también una cierta
superficialidad en la forma de comprender el amor mismo de Dios.
Ayuda mucho a los fieles recordar aquellos elementos que, dentro del
rito de la santa Misa, expresan la conciencia del propio pecado y al
mismo tiempo la misericordia de Dios. Además, la relación entre la
Eucaristía y la Reconciliación nos recuerda que el pecado nunca es
algo exclusivamente individual; siempre comporta también una herida
para la comunión eclesial, en la que estamos insertados por el
Bautismo. Benedicto
XVI, Exhortación apostólica post sinodal Sacramentum caritatis, n.
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