Santo
Evangelio según San Lucas 5, 33-39.
En
aquel tiempo los escribas y fariseos le dijeron a Jesús: Los
discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual
que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben. Jesús les
dijo: ¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras
el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado
el novio; entonces ayunarán en aquellos días. Les dijo también una
parábola: Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno
viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría el
remiendo del nuevo. Nadie echa tampoco vino nuevo en odres viejos; de
otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se
derramaría, y los odres se echarían a perder; sino que el vino
nuevo debe echarse en odres nuevos. Nadie, después de beber el vino
añejo, quiere del nuevo porque dice: El añejo es el bueno.
Meditación:
La práctica fiel del ayuno
contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo y alma,
ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor.
[...] Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una
disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra
de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a
saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de
nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios.
Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. En su Primera carta San Juan nos pone en guardia: "Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?". Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre. Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Benedicto XVI, 3 de febrero de 2009.
Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. En su Primera carta San Juan nos pone en guardia: "Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?". Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre. Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Benedicto XVI, 3 de febrero de 2009.
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