Santo(s) del día:
Santa Rosalía.
Santo
Evangelio según San Lucas 4, 31-37.
En
aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los
sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque
hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el
espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces:
¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has
venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios. Jesús
entonces le conminó diciendo: Cállate, y sal de él. Y el demonio,
arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño.
Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros:¡Qué palabra
ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen.
Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.
Meditación:
A su enseñanza, que despierta la
admiración de la gente, sigue la liberación de "un hombre
poseído por un espíritu inmundo", que reconoce en Jesús "al
santo de Dios", es decir al Mesías. En poco tiempo, su fama se
extendió por toda la región, que Él recorre anunciando el Reino de
Dios y curando a los enfermos de todo tipo: palabra y acción. San
Juan Crisóstomo nos hace ver cómo el Señor "alterna el
discurso en beneficio de los oyentes, en un proceso que va de los
prodigios a las palabras y pasando de nuevo de la enseñanza de su
doctrina a los milagros". La palabra que Jesús dirige a los
hombres abre inmediatamente el acceso a la voluntad del Padre y a la
verdad propia. No les sucedía así, sin embargo, a los escribas, que
debían esforzarse en interpretar las Sagradas Escrituras con
innumerables reflexiones. Además, a la eficacia de la palabra, Jesús
unía la de los signos de liberación del mal. Benedicto
XVI, 29 de enero de 2012.
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